Cuando llega el verano todo el mundo desea poder tomarse un merecido descanso. Especialmente, después de afrontar un año tan complicado como el actual, en el que el coronarivus continúa marcando el ritmo de la vida. Es también el caso de las personas usuarias del albergue de Sant Joan de Déu.
Como viene siendo habitual, la parte final del verano es probablemente la más especial. Lo es porque es el momento en el que un grupo de personas del albergue pasa una semana en una casa rural de Godella. Este año, la actividad convivencial cuenta con la presencia de doce personas en situación de sinhogarismo, siempre acompañadas por dos profesionales de Sant Joan de Déu.
El programa de la semana está diseñado para seguir trabajando con la vista puesta en facilitar la inserción sociolaboral de las personas participantes, siempre bajo el principio de la hospitalidad característico de Sant Joan de Déu. Las jornadas en Godella combinan actividades deportivas y de ocio, con el objetivo de reforzar la autoestima y autonomía de las personas participantes. De hecho, son ellas las que acuerdan en asamblea qué hacer cada día.
Cada persona participante tiene su propia historia de vida, con sus particularidades. Pero todos ellos coinciden en valorar positivamente la experiencia de esta semana de descanso. Carlos, colombiano de 49 años, lleva cuatro meses en Sant Joan de Déu. “La experiencia es muy positiva, aclara la mente y reflexionas. Descansas de tus cosas, te hace pensar de forma positiva. La convivencia con los compañeros es buena y nos acerca mucho más”, explica Carlos.
David y Miguel Ángel coinciden con Carlos al hablar de su experiencia. David tiene 38 años y perdió su trabajo debido al COVID-19. La estancia de Godella le está sirviendo para conocer mejor al resto de compañeros y descansar. Además, “está siendo gratificante a nivel personal ya que tenía un problemilla y me están ayudando en mi recuperación.
“Me he conocido más como persona y ser humano”
“No tengo ningún problema, muy bien con los compañeros”, destaca Miguel Ángel, quien a sus 50 años lleva tres meses en Sant Joan de Déu. En la misma línea, David está disfrutando del compañerismo y la naturaleza: “me parece un sitio genial, ya me advirtieron mis monitores que sería un ambiente bueno. A nivel ambiental es muy bonito, con los exteriores, la piscina y la naturaleza”, apunta David.
Además de realizar actividades conjuntas y compartir aficiones con los compañeros, la actividad convivencial propicia la introspección. Es especialmente Carlos quien subraya el valor de la convivencia desde el punto de vista del crecimiento personal: “humanamente hago una reflexión de vida por esta experiencia que estoy viviendo, y obviamente es una reflexión positiva”, comparte. “Me he conocido más como persona y ser humano, simplemente doy gracias”, concluye Carlos.
NOTA: agradecemos la generosidad de Miguel Ángel, Carlos y David por compartir sus experiencias.